Sentado en el avión nos avisan de que se retrasará el vuelo unos minutos porque hemos de esperar a unos pasajeros que vienen en otro vuelo que se ha demorado y han de conectar. Al cabo de un ratito empiezan a entrar unos japoneses, claramente turistas, pero, a medida que van pasando, mi cerebro va estimando su edad involuntariamente y me dice sorprendido: “¡Deben de estar alrededor de los 80 años!” La verdad es que se les veía muy mayores pero muy felices. Algunos parecían ir solos, pero la mayoría iba claramente en pareja por la forma como se hablaban o se cambiaban las bolsas que llevaban.
Ellos fueron los que empujaron a Japón como una gran potencia mundial, con sus industrias liderando en el mundo con compañías
como Sony, Toyota, Panasonic o Kawasaki. Aportaron inventos como el just-in-time. Se desplegaron por el mundo con rapidez y agilidad. Los empresarios europeos y americanos estaban atemorizados, convencidos de que Japón se les iba a llevar buena parte de sus mercados. En los primeros ochenta no quedaba más remedio que traer ponentes japoneses, viajar a Japón, establecer acuerdos con universidades o escuelas de negocios japonesas, porque había que aprender de ellos. Pero fue impresionante, por un lado, la apertura de Japón para dejar aprender de ellos y, por otra parte, la rapidez con la que se logró aplicar ese aprendizaje. Ya en los noventa Japón fue dejando de ser la gran estrella del mundo y en los 2000 se fue estancando y perdiendo el escenario mientras otros países asiáticos, particularmente China, pero también India, Corea y los países del Sudeste Asiático eran las nuevas oportunidades.
Es ejemplar sin embargo lo bien que Japón ha sabido afrontar este cierto declive. Con una esperanza de vida de las más altas del mundo y un escaso crecimiento de la población, la situación ha llevado a tener que mantener a una población sin grandes ahorros y sin otros ingresos que no sean las pensiones. Con todo, buena parte de esta población aún puede acceder a darse un viajecito de vez en cuando a Europa o EE.UU. Es difícil ver turistas mayores más sonrientes que los japoneses, a quienes, además, les encanta viajar en grupo, y si el grupo es grande, mejor (y seguramente más barato).
Es posible que tengamos que volver a aprender de Japón porque con los políticos que hemos elegido en Europa y los populismos que hemos creado, nuestra economía se está estancando y por culpa nuestra la población envejeciendo en promedio y nuestros ahorros se los han gastado nuestros políticos en los montajes que han intentado hacer para garantizarse su puesto de trabajo y el de sus amigos. Así que lo más probable es que los europeos, a medida que nos hagamos mayores, tendremos que hacer turismo en Europa (como hacen los japoneses) pero nosotros saliendo a dar una vuelta alrededor de donde vivamos.
¿Tiene arreglo esto? Llevamos muchos años creando el problema y pocos nos hemos atrevido a explicar lo mal que lo hacemos. Seguimos sin entender que cada vez habrá menos gente cotizando y más gente cobrando y que la gente vivirá más años y habrá que pagarles pensiones y sanidad más años. ¿Podríamos estimular los planes de pensiones y de sanidad privados? Si les aplicásemos una cierta desgravación fiscal y explicásemos bien el problema, eso sería ético. Ir subiendo las pensiones a base de más endeudamiento es pasarle el problema al que venga detrás. Cada vez el que venga detrás será menos presentable.
Fuente: https://www.lavanguardia.com/economia/20181111/452837065985/pasando.html