En realidad no deberíamos sorprendernos de que hayan tantos másters en nuestro mundo político. Si buscamos en un diccionario la palabra máster, salen muchas cosas. Un máster puede ser el amo o el dueño. Pero un master of the ordnance puede ser el director general de artillería. Cuando yo consideraba hacer un doctorado en Harvard (esto es más que un máster) tuve que hacer mis prácticas de milicias como alférez de Illetas, una base militar en Illetas, en Mallorca. Teóricamente mandaba allí un capitán, pero el pobre tenía muchas otras responsabilidades y me dejaba la base a mis órdenes la mayor parte del tiempo. Cuando la sexta flota americana venía a descansar unos días a Mallorca, yo tenía que saludar con 21 cañonazos (con ruido pero sin bala) respondiendo a otros 21 que habían chutado los barcos americanos. O sea que sin saberlo yo era un máster, según el diccionario. Era un máster muy malo porque los cañones y las balas eran muy viejos, casi siempre alguno fallaba y nunca fui capaz de disparar 21 cañonazos. Estuve entre 19 y 23 pero después del tiroteo algún alto mando me decía ¿por qué disparó 22 cañonazos en lugar de 21? (o 19 en lugar de 21).
Yo he visto montones de currículums de empresarios importantes que ponen que hicieron un máster en Harvard, que dura casi dos años, y en realidad hicieron un programa para directivos que duró unas pocas semanas. No sólo directivos españoles, también americanos. En China dos profesores americanos crearon no hace mucho una escuela que presentaban como una especie de filial en China de una serie de universidades americanas (en las que ellos habían dado clases) y ofrecían un máster a directivos con un programa muy corto pero muy caro. Empezaron forrándose (con la colaboración de algunos profesores que iban allí a dar unas clases cobrando también un pastón). Hoy en día ya no se puede engañar en China ni en ningún lugar del mundo y las escuelas serias se sorprendieron, la información circuló y los chapuceros americanos quebraron.
La Universidad de Harvard tiene muchas facultades, una es la Harvard Business School, cuyo programa más importante es el máster en el que se gradúan unos 900 alumnos al año. También tiene otra facultad que se dedica sobre todo a enseñar a quienes quieren trabajar en política o en el sector público. Es la Kennedy School of Government y también ofrece un máster. Ese es el que deberían tener nuestros políticos.
Pero siguiendo con el diccionario, un master workman es un capataz. Creo que este debe ser el máster al que se refieren la mayoría de nuestros políticos. El capataz de Industria, el capataz de Asuntos Exteriores, etcétera.
Como he dado a entender antes, en estos momentos muchas personas están rectificando sus currículums y donde ponían máster por Harvard o Wharton, ahora pondrán “Graduado en el Programa Finanzas para Directivos de la Universidad de Wharton” o “Graduado en el Programa para el Desarrollo Directivo” de la Harvard Business School.
No está nada mal ir haciendo programas, en escuelas de dirección de empresas, aunque sean cortos. Vamos a vivir muchos años en buena forma, habrá que trabajar mucho más allá de lo que se hace hoy en día porque no hay ni habrá dinero para pagar pensiones, y lo mejor que podemos hacer es ir poniéndonos y manteniéndonos al día asistiendo de vez en cuando a un buen programa. Pero no llamemos a eso un máster.
Si a nuestros hijos o nietos les va la formación (y deberíamos conseguir que les vaya), expliquémosles qué es un máster y consigamos que se entusiasmen con la idea y la pongan con ese entusiasmo como un objetivo. Las mejores escuelas del mundo pierden dinero con sus programas máster porque requieren muchos profesores con gran dedicación y además conceden becas, préstamos y ayudas a quienes les cuesta pagarlos. Es clave el compromiso de los participantes a ser emprendedores o ejecutivos.
Las mejores escuelas del mundo pierden dinero con sus programas máster porque requieren muchos profesores con gran dedicación
Fuente: La Vanguardia (23 de septiembre 2018)