Con frecuencia leemos noticias de personas con más de cien años que siguen activos o que a esas edades pasan a mejor vida. Kirk Douglas, con 102 años, se monta una tienda de campaña en su jardín para dormir allá. Pero Kirk Douglas nació en 1917. La conocida antinazi Neus Català nos dejó recientemente a sus 104 años. ¿Qué pasará con los que nacieron en los noventa del siglo pasado? Es probable que vivan hasta los 120 o 130 años. Los que nacieron en los primeros 1900 vivieron guerras horribles, pasaron hambre, tuvieron toda clase de enfermedades. Lo que hoy resolvemos con unas pastillitas, hace años eran días de fiebre y malestar tremendo.
Esto encierra un problema que todos preferimos no tocar, no hablar de él, olvidarlo: ¿dónde está el dinero para mantener a esta gente que quizás se jubile con 65 años y viva otros 65 años? ¿Tenemos una cultura de ahorrar para nuestra vida en esos años finales que pueden ser interminables? Pues parece que no. Parece que la mayoría de la gente piensa que de alguna forma se resolverá. ¿Se resolverá a base de poner más impuestos? Si les ponemos más impuestos a las empresas dificultaremos su potencial de invertir y poco a poco nos las iremos cargando. ¿Podemos poner más impuestos a los que ganen más de 1.000 euros al mes? Unos no podrán ahorrar y otros no podrán invertir inteligentemente. Se lanzarán menos nuevas empresas, los emprendedores no encontrarán business angels que les ayuden a lanzar sus start-ups.
Hemos de decir la verdad: el problema no está resuelto y la solución pasa por ahorrar, por un lado, y trabajar durante más años, por otro. Yo pido disculpas por repetir esto, que ya lo he dicho en muchas ocasiones y que le ha caído muy mal a mucha gente, pero alguien ha de decir la dura (para muchos) verdad. Si la gente se encuentra bien, que será el caso de la gran mayoría, podrá seguir trabajando hasta los 80 años. Con esto contribuirá a producir más fondos para pagar pensiones y a consumir menos fondos vía pensiones. Pero si además ha ahorrado, esos años de supervivencia pos-jubilación pueden tener una calidad de vida razonablemente buena.
Hay otro aspecto de gran importancia. Trabajar produce una cierta tensión que lleva a intentar aprender para hacer las cosas mejor, negociar con gente de nivel superior, de nivel inferior, o del mismo nivel, estar informado sobre lo que pasa en nuestra empresa, en otras que son competidoras, suministradoras, clientes. La gente que sigue en activo se mantiene en mucha mejor forma a nivel intelectual. Todos leemos en la prensa algunos casos de empresarios que alrededor de los 80 años están haciéndolo razonablemente bien con sus empresas. Pero también es cierto que uno mismo puede no darse cuenta de cuando pierde capacidades básicas para permanecer en un puesto de alta responsabilidad y es importante saber pasar las responsabilidades relevantes antes del último momento y, si hace falta, estar disponible para ayudar y apoyar al sucesor. Aquí entran valores como la generosidad, la humildad y muchos más. Para que esto se haga con efectividad y suavidad, hay que prepararlo con tiempo, organizarlo bien y profesionalmente.
También es cierto que hay muchos directivos que la única forma de hacer carrera que perciben es que se vayan jubilando los que tienen encima. Les van contando los días para que lleguen a su jubilación y, si la compañía decide alargarles su empleo, la frustración de los que se quedan debajo es enorme porque no se les ocurre inventar nada que enriquezca su trabajo. Son puros promojubis, sólo promocionan logrando que jubilen a otros. A veces, como ya lo hemos dicho en más de una ocasión,
estos promojubis son el resultado de una cultura que no valora suficientemente la innovación y la posibilidad de poner en marcha proyectos en la empresa que quizás un día se puedan transformar en nuevas líneas de negocio.
Funte: https://www.lavanguardia.com/autores/pedro-nueno.html