Agosto ha sido duro y ha puesto a Barcelona una vez más en el mapa del mundo pero esta ocasión por una razón desagradable: el terrorismo. Las razones que hay detrás de actos terroristas como los que hemos vivido pueden ser históricas, aunque los afectados y los que estamos cerca probablemente desconocíamos esa historia y no hemos tenido nada que ver con ella.
Pero para recordarlo y buscar castigar a los descendientes de quienes se equivocaron están los imanes. Cuando de niño estudiaba historia en mi colegio quería enterarme de todo lo que había pasado y nos había traído donde estábamos. Recuerdo la ilusión con la que la profesora de Historia nos explicaba todo aquello y cómo nos estimulaba a ser positivos y buenas personas.
Obviamente si como país lo hubiésemos hecho mucho mejor hoy estaríamos en industria por delante de Alemania, tendríamos la libertad financiera de Suiza, la simplicidad económica de Estados Unidos. Pero también podríamos haberlo hecho mucho peor. Grecia en su día dominó el Mediterráneo y vemos cómo está hoy en día.
Los problemas de terrorismo no se resuelven con ejércitos. Sólo una cosa ha funcionado bien contra el terrorismo: negociar mirando el futuro y olvidando el pasado. Así se han acabado terrorismos como los casos de ETA o del IRA. Si en el pasado cometimos errores, busquemos a quienes los han transformado en el contenido de su vida, negociemos con ellos y veamos cómo compensar aquellos errores. Démosles la oportunidad de decir que finalmente han ganado, que puedan reincorporarse a la sociedad y miremos adelante con tranquilidad. No es una negociación fácil y ni siquiera está claro quién podría hacerla. Pero este es el reto del proceso. Tener ejércitos luchando interesa sobre todo a los proveedores de armas pero los ejércitos en sus bombardeos o envío de cohetes a lugares donde creen que se encuentran terroristas acaban matando a inocentes, muchos de ellos niños y sus madres, quizás hijos y esposas de terroristas, pero absolutamente inocentes. Hemos visto en agosto que para provocar un desastre, cuando uno está convencido de que debe hacerlo y dispuesto incluso a entregar su vida, puede hacerlo sin armas, con cosas tan simples como una furgoneta, un automóvil, cuchillos o bombonas de butano.
Pero necesitamos un liderazgo negociador. Vemos a personas como Trump exigiendo que se acepte un presupuesto gigantesco para construir un muro con México y enviando cohetes a Siria y bombas a Afganistán. El presidente de Corea del Norte, Kim Jong Un, no para de tirar cohetes al mar para que vean que puede llegar lejos y hacer daño. Mientras, el presidente de China habla de su proyecto “La nueva ruta de la seda”, ha ido a Hong Kong a celebrar el 20 aniversario de su autonomía y ha ayudado a Macao y Hong Kong en los daños causados por un supertifón. Ese tipo de liderazgo es el que necesitamos.
De pequeño mis padres me habían llevado a pasear por las Ramblas, en la zona afectada por el reciente desastre. Para ellos era un lujo entrar en aquellos almacenes que se conocían como el Sepu y si podían comprar algo era una fiesta. Ellos habían vivido y sufrido aquel desastre que fue la Guerra Civil y nos educaban con la ilusión de que aquello no pasaría más. Deberíamos ser positivos, ver cómo negociar el final de este terrorismo, olvidar y seguir construyendo para quienes nos sucedan una Barcelona aún mejor, radiante de amistad con su entorno. Dediquémonos a mejorar industria, comercio, turismo, educación, sanidad. Nada nos impide centrarnos en esto en lugar de embarcarnos en proyectos que pueden crearnos infinidad de problemas y llevarnos a un enfado futuro cuando nos afecten, para que unos pocos ganen más poder y expriman al resto. Dediquémonos a mejorar industria, comercio, turismo, educación, sanidad
Fuente: http://www.lavanguardia.com/opinion/20170903/431027879065/construyendo.html