Hay una obsesión, a nivel global, por predecir una cierta caída de la economía. De todas las economías pero sobre todo de la economía china. Si yo soy el presidente de una empresa y en una reunión del consejo se presenta el proyecto de realizar una inversión en China, me van a mirar como pensando: “Este individuo no se ha enterado de lo que está ocurriendo”. No importa que esa inversión sea el fruto de varios años colaborando con un aliado chino interesado también en colaborar con nosotros en Europa, pero también en China o en el resto del mundo. Todos los expertos dicen que la caída no será tan fuerte como la que sufrimos alrededor del 2010. La realidad es que tenemos las empresas mucho más saneadas y menos endeudadas de lo que estaban hace ocho años, y que, desde entonces, el mercado mundial ha crecido extraordinariamente sobre todo porque se ha abierto a países como China, Sudeste Asiático y hasta África, que hace diez años eran mucho menos importantes.
Es verdad que los políticos cada vez saben menos de gestionar la economía y se tienen que inventar cosas que les parece que gustarán al pueblo, la prensa las aireará y les garantizarán su trono. Y así se les ocurren cosas como el Brexit (salirse de la Unión Europea), el independentismo de Catalunya, o el muro con México de Trump. La verdad es que cuando se van aproximando a estas cosas ven los problemas y se dan cuenta de que se han equivocado. La señora May en Inglaterra no sabía ya qué negociar con la Unión Europea para rebajar
“A algunos jóvenes nuestros les va bien en China porque no se han creído que la economía va mal”
el impacto de la salida de Inglaterra mientras veía que muchas empresas se llevaban su sede a otros países de Europa. Los independentistas hablan de negociar, pero sin concretar. Los americanos con la administración pública parada, durante semanas, mientras su presidente se paseaba por el muro.
China es la única economía importante en la que su líder Xi Jinping piensa en resolver el problema de quienes no tienen trabajo, de quienes están bajo el nivel de la pobreza, o de mejorar lo que todos quieren que es tener en el país una buena educación y sanidad. Pero todo el mundo se mete con China. Que no entren en Estados Unidos, no vaya a ser que se lleven información confidencial. Mientras, los americanos tienen administradores públicos que han “vendido” información confidencial a Rusia y los han descubierto. No importemos productos chinos porque pueden tener problemas de calidad. Vigilemos para descubrir si nos copian.
Es el momento de que los empresarios europeos y americanos, que están pasando de sus líderes y dedicándose a sus empresas, adquieran el compromiso de China y de África. Los que no lo hagan, claramente no tienen futuro. Que piensen en vender su empresa antes de que no valga nada. No son cosas fáciles, pero tampoco lo fue ir a Latinoamérica donde entendíamos lo que nos decían pero no sabíamos si nos decían la verdad. Pero si miramos a nuestro alrededor vemos empresas suizas, alemanas, francesas, americanas, que vinieron aquí hace años y hoy están en casa. Hoy el mundo es mucho más global y algunos jóvenes nuestros no se han creído lo de que China va mal y a ellos les está yendo muy bien allí.
La Vanguardia, 20 Jan 2019