
Estamos en unos momentos enormemente difíciles para todos. Y ello exige de todos nosotros un plus de responsabilidad. Hay demasiado sufrimiento como para mirar hacia otro lado.
Pensamos en las víctimas de la pandemia, en todos aquellos que nos han dejado, muchas veces en circunstancias muy dolorosas, pero también en los que sufren secuelas o la han padecido o la padecen de forma significativa. Necesitan nuestro apoyo y nuestra solidaridad y empatía. Y, desde luego, atender mejor a nuestros sistemas de salud. Hemos aprendido que no estábamos preparados.
Pensamos, también, en las consecuencias económicas y sociales de una crisis de características únicas. No se ha perdido capacidad productiva pero sí tejido empresarial en cantidades aún difíciles de precisar. Pequeños empresarios, microempresas, autónomos, son los más afectados, junto a los trabajadores que pierden sus empleos. En particular, pero no solamente, los sectores asociados a la movilidad y a la presencia, como el turismo, el transporte de pasajeros, la hostelería o el comercio. Bienvenido el apoyo público desde las políticas monetarias y fiscales ultra-expansivas de Gobiernos y Bancos Centrales. Están sirviendo para amortiguar el golpe. Pero sólo parcialmente.
También es importante, en el caso de España, la ayuda europea. Pero debemos ser conscientes de que deben ir acompañadas de rigor, transparencia, compromisos de futuro, reformas y, en el caso del Fondo de Recuperación y Resiliencia, de claros compromisos de inversión para modernizar nuestra economía, en la línea de su digitalización y de la transición energética y medioambiental.
Esa solidaridad debe enmarcarse, pues, en un ejercicio de responsabilidad. Hacia todos nosotros, hoy, pero indudablemente, hacia las generaciones venideras. Debemos exigir a los poderes públicos visión estratégica y de largo plazo, búsqueda de acuerdos amplios y de consensos básicos, y rechazar planteamientos partidistas, coyunturales y con unos plazos que no van más allá de las próximas elecciones. Esta situación va a durar más de lo que queda de legislatura y hay que exigir coherencia con ello, transparencia y, sobre todo, integridad.
Sino, a la grave situación sanitaria y socio-económica, iremos añadiendo crecientes dosis de crisis política y de desapego hacia las instituciones democráticas, y dando alas a los populismos de diferente signo, pero que tienen una característica común: ofrecer soluciones simples a problemas complejos y transmitir a los ciudadanos que todo sería fácil si acabamos con el “enemigo exterior”, ya sea la inmigración, la construcción europea o la arquitectura constitucional. Y hay que decir que eso no es verdad.
Más que nunca necesitamos los valores que han inspirado desde el principio a ABE, sabiendo que lo que nos está pasando nos exige dosis importantes de humildad y de respeto, un gran esfuerzo compartido, una alta exigencia ética, basada en la transparencia y la integridad, y un claro compromiso por el interés general y con la sostenibilidad de nuestra sociedad, desde la solidaridad con los más desfavorecidos. Sabiendo que sólo desde sociedades abiertas, economías de mercado basadas en la iniciativa y la propiedad privadas, y democracias representativas, puede garantizarse la dignidad y la libertad de las personas.
Josep Piqué i Camps
Presidente de honor de ABE
Ex ministro de Industria y Tecnología y de Asuntos Exteriores