
Este año cumpliré 84 años y, afortunadamente, sigo trabajando a pleno rendimiento. Nos denominan viejos, jubilados, mayores, tercera edad, etcétera. Me refiero a la población en edad de jubilación, sea cual sea su situación laboral. Ahora sería, en general, a partir de los 65 años. En la actualidad, el 20% de la población española tiene más de 65 años y la esperanza de vida sigue aumentando y está ya en 86,9 años en mujeres y 81,3 en hombres (yo estoy estadísticamente muerto). En Cataluña ya somos más de un millón y medio, y en España esta cifra está a punto de llegar a los diez millones. A todos estos me refiero, y lo haré como séniors.
España sufre una crisis de natalidad con un índice de nacimientos de 1,19 hijos por mujer, lo que nos sitúa entre los peores países de la Unión Europea. El saldo en la diferencia entre nacimientos y defunciones en 2023 fue negativo en 113.000 personas. Esto lleva a un envejecimiento progresivo de la población con consecuencias que afectan de forma considerable al desarrollo del país. Las hay favorables y desfavorables.
Riqueza
La ventaja es que los séniors tienen un gran poder adquisitivo y experiencia para que continúen trabajando
Entre estas últimas se plantean desafíos importantes con el incremento del coste de las pensiones, que representa ya un problema para hacerle frente urgentemente y que se irá agravando; en el 2024 las pensiones contributivas han llegado a un nuevo récord de 12.974 millones, lo que significa un incremento anual del 7,04%; la sanidad, con una falta de personal cada vez más evidente y que también irá en aumento, y la dependencia.
En cuanto a las favorables, lo que representa el consumo de este segmento de población que aconseja diseñar ya productos y servicios adaptados a sus necesidades y con tecnologías accesibles.
La ventaja de este sector es que, en general, tienen un gran poder adquisitivo y, incluso, la potencia del patrimonio inmobiliario que se añadirá a las pensiones, complementadas con ahorros. Todo ello lleva a tener más hábitos de consumo, más tiempo libre y más posibilidades de consumo, que afecta no solo a lo que serían sectores como el turismo y el ocio de los séniors, sino a la salud, la alimentación, la movilidad, los servicios financieros y los seguros.
Finalmente, es necesario tratar de las posibilidades de que los séniors continúen trabajando. Primero, hay que considerar el aprovechamiento de la experiencia y sus conocimientos, de los que sería absurdo prescindir, y en segundo lugar, no podemos obviar su crecimiento fruto del alargamiento de la esperanza de vida en mucho mejores condiciones.
El mundo ha cambiado, y en una dirección que difícilmente tendrá marcha atrás. Por todo ello, habría que adecuar la legislación a toda esta situación actual que hemos descrito y, sobre todo, regular mejor las diferentes posibilidades de jubilación activa, parcial o demorada de los séniors.
Josep Lluís Rovira