Llevamos unos meses revueltos, la centrifugadora nos expele con fuerza del cómodo centro en el que quisiéramos estar. Pero –es lo que tiene la rotación acelerada– la situación nos arroja a las orillas y miramos alrededor, algo mareados, para buscar ayuda en medio de una cierta desorientación. Necesitamos brújulas que nos sirvan de apoyo para conservar la calma. En momentos difíciles conviene tener soportes sólidos a los que agarrarse. Y probablemente una de las formas más viables de salvación resida en encontrar firmeza dentro de nosotros mismos. En este escenario, lo aconsejable es refugiarse en la esencia y en lo esencial. Debemos indagar en nuestro ser y comprometernos en una época en la que, inexcusablemente, tenemos que aportar para avanzar o, de lo contrario, nos condenamos a retroceder. Cuando los individuos dejamos de cooperar, casi todo se detiene. El egoísmo nunca suma.
Cuando los individuos dejamos de cooperar, casi todo se detiene; el egoísmo nunca suma
Los valores no son solo guías para nuestras vidas: son aquello que nos hace entrelazarnos con los otros y son una manera clara de crear una comunidad viable; el espacio donde se crea, se alimenta, crece y se establece el llamado bien común. No hay futuro sin creación de esperanza. Hay que ser generosos.
Todo el mundo repite el mantra de que las empresas tienen que aportar valor. De acuerdo. Pero no es menos necesario que las personas deben contribuir y practicar valores. Tenemos que renovar nuestro compromiso con el hecho de dar. Dar sin olvidar: es de bien nacidos ser agradecidos. Y es importante saber esperar. Esperar, porque aquellos que sepan gestionar su vida sirviendo con lealtad a los demás, sin negar el espacio para sus intereses y los ejerzan con prudencia, tendrán, probablemente, la recompensa del éxito. Alcanzar la cima hoy significa ser coherentes; la solvencia es coherencia más tiempo. Es disfrutar del respeto de la gente que apreciamos. Es estar cerca y dar soluciones y, cuando no es posible, al menos, ofrecer cuidado y compañía. Tomémonos un respiro y recordemos a quienes nos han apoyado. Hagámosles un homenaje y, ahora que es más necesario que nunca, ayudemos a otros. Dar sin esperar nada a cambio; recibir sin olvidar. Esperar.
El tiempo debería ser nuestro aliado. Lo dijo, magistralmente, José Bergamín: “No tengas más que amor, pero no quieras, ni esperes, nunca nada”.
Fuente: https://www.lavanguardia.com/opinion/20210601/7495076/dar-esperar-nada.html