Benedetto Croce escribió que la historia de la humanidad es el largo proceso del reino de la necesidad al de la libertad, aunque nos falta perspicacia para saber exactamente en qué punto nos encontramos en un momento dado. Parafraseando al gran historiador italiano, podríamos decir que la historia de la gestión de las empresas es el tránsito de situaciones simples a otras nuevas, cada vez más complejas. E intuimos que esto no ha hecho más que empezar.
Estamos en 2021 y planteamientos tan reduccionistas no los defiende nadie, o casi nadie. Incluso la información financiera tradicional, que siempre ha existido, está expuesta a fuertes embates que obligan a una revisión de principios tradicionales. Por ejemplo, la valoración de los activos a coste de adquisición no refleja la realidad de las empresas en muchos casos. O, en una economía del conocimiento, los activos inmateriales (I+D, marcas, productos audiovisuales, etc.) pesan y pesarán cada día más, sin que la contabilidad refleje correctamente su auténtico valor.
Más allá de esto, las empresas, y las organizaciones en general, deben tener muy presentes hoy en día los intereses de los denominados stakeholders, que incluyen por supuesto a los accionistas, pero también a los empleados, los clientes y la sociedad en general. Todos ellos tienen derecho, en mayor o menor medida, a conocer con profundidad cómo aborda la empresa la mayor complejidad del entorno.
La obligación normativa en vigor de proporcionar información sobre cuestiones no financieras, como complemento al informe de gestión, busca abordar estas cuestiones en sentido amplio. Así, las empresas deberán explicar: el modelo de negocio, los riesgos e indicadores clave, la política medioambiental, las políticas con los empleados, las medidas contra la corrupción, el compromiso con el desarrollo sostenible, etc.
Indudablemente es un claro paso adelante, si bien habría que evitar en la puesta en práctica de la normativa, incurrir en algunos riesgos, entre los que cabe anticipar:
- La normativa obliga por igual a empresas medianas y grandes empresas. Para las primeras, puede ser difícil sin un período de rodaje flexible, cumplimentar correctamente los informes en los distintos temas. Además, algunos de ellos pueden tener mucha relevancia para algunas empresas y escasa para otras.
- El riesgo de burocratización en la preparación de la información, percibida como una carga más de la pesada losa regulatoria ya existente.
- Adoptar una posición reactiva ante una normativa vista como una imposición más, en lugar de una oportunidad para analizar las oportunidades de mejora en una serie de temas.
Pero la información no financiera ha llegado para quedarse, no como una moda, y las empresas deberán confrontarse a inversores más exigentes en estas materias; a clientes sensibles a, por ejemplo, la sostenibilidad; y a empleados y directivos de talento, que decidirán donde trabajar en función del comportamiento de las compañías en estos importantes asuntos.
La información no financiera enlaza con los objetivos de la Asociación para la Búsqueda de la Excelencia, en el sentido de poner en el centro de las prioridades la atención a determinados valores, como son la sostenibilidad, la ética, el respeto, el esfuerzo, el compromiso y la humildad. En definitiva, el convencimiento de que no se trata de hacer de la necesidad legal virtud, sino muy al contrario de la virtud necesidad.
Javier Pérez Farguell
Miembro de la Junta Directiva de ABE
Managing Partner, Clearwater International