
Tanto en el mundo empresarial como en nuestra vida privada existen situaciones que ponen a prueba las mejores estrategias y procedimientos. La reciente DANA que golpeó distintas regiones de nuestro país es un recordatorio contundente de esta realidad. Cuando las tormentas —reales o figuradas— sacuden nuestras estructuras, son muchos los manuales y estándares que se nos vienen abajo.
Tendríamos poca memoria si tuviésemos que recordar que, ya en 2020con la crisis que supuso el Covid en todas nuestras organizaciones, sufrimos una situación imposible, donde nada de lo aprendido nos servía para tratarla. Quienes lo vivimos desde el sector de la logística y el transporte lo sabemos bien. Ahora, con esta tristemente famosa DANA de finales de Octubre, hemos repetido la misma sensación de desconcierto que hace años. Se paralizaron carreteras, se inundaron almacenes y desaparecieron infraestructuras que era esenciales en las rutas del transporte de mercancías. Ni que decir tiene las 229 vidas que segó; no nos olvidamos de ninguno de ellos.
Lejos de entrar en cualquier guerra política, ambos sucesos dejaron en claro un común denominador: por muy bien establecidos que estén nuestros manuales y procedimientos, por más sólidos y auditados que sean, en situaciones como estas pueden volverse completamente inútiles.
En momentos así, emergen de las personas sentimientos mucho más profundos y arraigados, cuyos orígenes ni siquiera sabemos con certeza. Son esos sentimientos los que configuran nuestros valores. Antes de que alguien indicara cómo actuar, los ciudadanos ya estaban limpiando sus calles, sus casas y las de sus vecinos; trabajando codo a codo, sin importar nacionalidad, raza o religión. A ellos se unieron miles de voluntarios que acudieron en masa a las zonas afectadas. También ellos descubrieron dentro de sí mismos valores que, seguramente, muchos desconocían poseer. El compromiso y la solidaridad fluían con fuerza en esas legiones armadas con escobas y palas. Tampoco olvidaremos cómo el resto del país, desde cada ciudad y pueblo, enviaba camiones cargados de ayuda para los afectados por la crisis.
Los valores de las personas se sobrepusieron, una vez más, a los procedimientos.
En el ámbito empresarial, es tentador confiar exclusivamente en los procesos como garantía de éxito. Situaciones como la vivida nos recuerdan que los valores son el verdadero motor de una organización. Ellos son quienes, incluso en las tareas diarias, inspiran a los equipos a dar lo mejor de sí mismos, quienes generan confianza en nuestros clientes y quienes fortalecen nuestro propósito más allá de los resultados financieros. Son ellos quienes nos recuerdan que, aunque nos llamemos empresas, en esencia somos personas al servicio de personas.
Que esta DANA nos deje una lección: aprendamos que, más allá de procesos eficientes, debemos construir empresas que sean faros de valores sólidos;mpresas capaces de enfrentar cualquier tormenta con la certeza de que, pase lo que pase, esos valores estarán ahí para guiarnos y salvarnos.
Ángel González. ONTIME Logística Integral