Últimamente y, en especial a la vuelta de unos días de descanso veraniego, al retomar tareas y asomarme a medios de comunicación, redes sociales, emails, mensajería instantánea, internet, siento exceso de “ruido” en un muy amplio sentido, que nos rodea, y sobre todo impregna la comunicación, los “medios generalistas”, audios, videos, correos, chats, y especialmente las redes sociales .. y cada vez menos relación personal.
Pondré algunos ejemplos del “ruido” a que me refiero. Hay quienes constantemente “publican” o emiten mensajes más que para proponer o comunicar algo, para demostrar que existen; otros, en reacción a ello, más que contestar, “cancelan”, sentencian sin ningún rubor sobre hechos, personas, o grupos de personas, sin mucho conocimiento ni argumentos, o publican lo suyo, sin contar los que profieren todo tipo de descalificaciones, insultos, Muchos lanzan pullas, o se esconden tras un alias, avatar, chatbot, etc.-. Aún peor, niños y jóvenes enchufados a sus tablets y móviles, en redes, apps, videojuegos, con cientos de contactos -no sé si todos personas- y con tasas preocupantes de soledad. Hay quienes exhiben miles de contactos, vida de ensueño, éxitos y autobombo.
Quienes funcionan así no se están en realidad, comunicando y menos aun dialogando – ni creo que lo pretendan – a lo sumo, se atrincheran, en su pantalla para “ver y ser vistos”. También la facilidad de escribir mensajes de texto o correos con tal de eludir una simple llamada o reunión – de hecho, llamar directamente a un teléfono es percibido por algunos como invasivo si no se avisa o se “pide cita” por mensajería instantánea.
Sin querer ser agorera, no se trata solamente de desinformación -que también la hay, y mucha- sino que parece que estemos en un proceso de “des-comunicación” que degrada socava la comunicación y detrás de la incomunicación llega… la soledad. ¿Y nos sorprende la creciente polarización de la sociedad?
Defendemos los avances científicos y tecnológicos, internet entre ellos, herramientas y contenidos que facilitan realizar tareas de mayor relevancia, alcance y menor tiempo y costes. Pero últimamente, en especial con los últimos avances en Inteligencia Artificial, algunos ya vaticinan que pronto emplearemos más tiempo “hablando” con máquinas o “chatbots” que con personas – lo que puede parecer algo inquietante.
Creo que debería reivindicarse no perder la comunicación, el diálogo del día a día entre persona, de forma serena, constructiva, enriquecedora -no enloquecedora- presencialmente o a través de las técnicas que mejor nos permitan vernos, oírnos, interactuar (la comunicación no verbal aporta mucho).
Es fácil culpar a la tecnología de este escenario. Pero la tecnología, así, en abstracto, ¡no tiene culpa!: somos las personas, quienes la usamos y/o la generamos: es nuestra responsabilidad -sea como generadores o como usuarios-, desde nuestra posición, hacer que sirva para mejorar la vida y las relaciones humanas – no para empeorarlas.
Ello requiere al menos algunos de los valores de ABE: HUMILDAD, RESPETO, ÉTICA, ESFUERZO. Humildad en intentar entender, comprender al otro, Respeto a las ideas, a los demás, Ética que guíe nuestra conducta; Esfuerzo en leer, informarse, ponderar -no quedarse en lo primero que nos llega-, en escuchar, poner atención al otro.
Según antropólogos y filósofos, el ser humano no es ni completamente individual, solitario ni completamente gregario. Somos seres complejos, únicos, que formamos y desarrollamos nuestra personalidad única junto con otras personas, en sociedad, “la tribu”.
Y, para ello, la gran herramienta es hablar, charlar, conversar: el diálogo. La tecnología está para facilitar ese proceso de realización personal y social. Aprendemos y crecemos personal y profesionalmente hablando e interactuando con padres, hermanos, familiares, vecinos, maestros, compañeros, amigos, pareja, conversando, dialogando.
Escuchar al otro, preguntar, reflexionar antes de contestar, responder en libertad y con educación, intercambiar y contrastar informaciones, ideas, necesidades, decisiones, experiencias, opiniones, dar y recibir consejos, desde el esfuerzo propio, la humildad y el respeto, alimentan el desarrollo personal y social, la convivencia. Poner en acción estos valores contribuirá a bajar o incluso a apagar ese “ruido” ensordecedor y la polarización.
En ABE, facilita espacios, foros de encuentro para la conversación, el diálogo, la comunicación serena, lejos de ruidos: con nuestras reuniones periódicas en las que, en torno a desayunos y meriendas se exponen temas, hay preguntas, debate, diálogos, intercambio de experiencias, con RESPETO, HUMILDAD, ÉTICA, ESFUERZO haciendo posible compartir aportaciones enriquecedoras, para todos, y nuestro humilde granito de arena para un mundo mejor.
María-Antonia García-Solanas
Vocal de ABE