La semana que viene ya se habrán acabado las fiestas y nos tendremos que poner a trabajar a tope. Hagámoslo con entusiasmo. Seamos creativos. Vayamos rápido. Pensemos en las personas y veamos cómo motivarlas, estimularlas, formarlas y, sobre todo, retenerlas. No vayamos con la idea de racionalizar , llamando así a dejar lo que nos va bien y suprimir cosas que con esfuerzo y creatividad también podrían ir bien.
Pensemos en todas las buenas decisiones que en el pasado tomamos en la empresa. Veremos que en algunos casos nos dimos cuenta de que podíamos lanzar algún producto más con los trabajadores, las máquinas y los vendedores que teníamos. Quizás luego descubrimos que a eso le llamaban intraemprender , descubrir oportunidades dentro de la empresa y transformarlas en más empresa. O que descubrimos esas oportunidades en el mercado porque hablando con nuestros clientes salía en más de una ocasión algo que necesitaban, pero para lo que no encontraban nuevas ofertas. Y con algo de inversión y algún fichaje lo lanzamos y poco a poco fuimos poniendo vendedores solo para aquellos productos y acabamos con una segunda empresa, separándola incluso financieramente. Incluso en el Iese recordamos cómo descubrimos mercados, en otros países en los que no había ninguna escuela de dirección de empresas pero había demanda por parte de empresas y empresarios que querían aprender, y ayudamos a crear escuelas que hoy siguen funcionando.
El Consejo no conoce los detalles de los productos y los procesos pero capta muy bien las cuentas
El impulso a la innovación no es una prioridad en la gestión de muchas empresas. El Consejo con frecuencia no conoce a fondo los detalles de los productos y los procesos y sí que capta muy bien la evolución de las cuentas. Esto produce una presión en la alta dirección para mejorar los beneficios, reducir la deuda, en muchas empresas mejorar el ebitda (los beneficios antes de intereses, impuestos, amortizaciones y depreciaciones). Porque hoy se considera que el valor de la empresa es el ebitda multiplicado por 6, por 8, por 10, más o menos. Si yo hubiese dicho eso en clase cuando hacía mi doctorado en Harvard, me habrían echado. Entonces el valor se relacionaba con el beneficio neto y su crecimiento esperado.
Pero el futuro de la empresa tiene que ver con una buena gestión, por supuesto, pero con una continua innovación que mejore los productos y genere otros nuevos. A finales de los ochenta vemos que no existía el e-mail pero existía el fax y hay cantidad de publicidad sobre las distintas marcas de máquinas que podían enviar un fax por vía telefónica a otros lugares del mundo. Una llamada telefónica era carísima. No existían los ordenadores portátiles, pero habían aparecido los ordenadores de sobremesa y se utilizaban muchísimo llegando a llevarlos a la clase al combinarlos con una discusión sobre una situación empresarial.
Pero hay marcas que desaparecieron y otras que hace treinta años empezaban y hoy son líderes globales. Hemos de apoyar a las personas, estimular su creatividad formándolas (y, confidencialmente, pagándoles bien sus aciertos).