En China no se esperaban que un día podrían ayudar a Europa. En mi escuela, Ceibs, están intentando enviarnos máscaras y otros productos y, aunque es una donación, tienen problemas burocráticos y temen que cuando lleguen a nuestra frontera los frenen y los dejen allí o los devuelvan. Esto nos ha ocurrido en alguna ocasión con otras donaciones, de libros, por ejemplo.
El trabajo que están haciendo nuestros hospitales es espectacular, con médicos, enfermería y otras responsabilidades dedicando jornadas interminables y sufriendo escasez de algunos productos importantes porque nunca se pensó en que pudieran necesitarse las cantidades que ahora hacen falta.
La gestión de esta crisis costará mucho dinero, los políticos dicen que llegarán las ayudas, ¿pero de dónde saldrán?
Si pensamos en nuestros mejores hospitales, como el hospital Clínic, allí acuden miles de personas de todas las edades y aunque el coronavirus es lo que hoy tenemos más (desde nuestra ignorancia), seguimos teniendo personas que tienen otras urgencias por problemas de corazón, de pulmones, por accidentes y muchas cosas más. Hay quienes tienen una buena cobertura con un seguro privado de calidad, pero los hay que ni tienen esto ni acceso a la Seguridad Social.
Pero, profundizando en el tema y hablando con expertos de verdad, parece que estamos exagerando el problema de una manera increíble. ¿Quién se meterá contra un político que da prioridad a algo que nos presenta él mismo como una pandemia que estamos sufriendo todos y acabará con muchos de nosotros? Luego, cuando se ven los números reales, resulta que muchos de los afectados son bastante mayores y tienen otros serios problemas de salud. Pero además quien coja un resfriado fuerte, tenga tos y un poco de fiebre seguro que se va a urgencias de algún hospital que le suene.
Luego viene el Gobierno y tiene una forma de curarlo todo: “Enciérrense en casa”. No importa que haga un tiempo fantástico con sol y una buena temperatura, como el miércoles y el jueves pasado “en casa”. Y la policía, a evitar que alguien salga a pasear. Y si hay que parar todas las fábricas y cerrarlo todo para que la gente se quede en casa, nos cargamos la economía.
Toda esta mala gestión de un problema exagerado nos costará un pastón enorme. Los políticos van diciendo lo que aportarán. Pero ¿de dónde saldrá? Las empresas, los empresarios, los profesionales, tendrán que pagar unos impuestos muy importantes para compensar los costes del parón de la economía y los desempleos que volveremos a crear. Estos impuestos frenarán las inversiones en investigación, innovación, ampliación y en internacionalización. Frenarán también las donaciones que las personas y empresas con responsabilidad social hacen para que avance la investigación y la educación.
Sigamos el ejemplo de China, donde muchas fábricas no pararon y otras han recuperado con rapidez sus operaciones y pensemos que el coronavirus no es en absoluto el final. Pensemos en positivo y con entusiasmo. A ver si abrimos las tiendas, dejamos circular a los coches y la policía persigue a los que se dedican a robar y no a los que quieren pasear.