Conocí el mundo de la empresa y del trabajo desde muy joven. Mis primos y yo jugabamos en el huerto anexo a la fábrica en Sant Boi de Llobregat, Barcelona, mientras nuestros padres trabajaban los fines de semana. Si trabajas en la empresa de la familia conoces el mundo del trabajo y el de la empresa desde la cuna.
En casa, mis padres, me formaron en la cultura del ESFUERZO (1), del COMPROMISO (2) y del trabajo.
A partir de los 14 años pasé los veranos (exceptuando las cortas vacaciones familiares) trabajando, como aprendiz de mi abuelo carpintero, cortando buena madera de pino (el olor de madera cortada sigue impactandome) o en el pequeño taller de metalistería que complementaba los trabajos de decoración en madera que hacía la empresa.
Era buen estudiante, se me daban bien los números y pasé a oficinas, primero ayudando a hacer las nóminas a mi tío abuelo, ex cantante profesional de zarzuela y luego, cuando ya me incorporé definitivamente a jornada completa, ayudando a mi padre a llevar las cuentas.
La cultura del estudio sólo se vivía en mi propia familia, en las de mis primos no y mis hermanas y yo fuimos los únicos de los doce (de trece) miembros de la tercera generación que acabaron pasando por la empresa, que compaginamos carreras universitarias con trabajo.
Ahora me parece increible que a los veinte pudiese compaginar: trabajar a jornada completa, estudiar económicas, tener novia, ir a conciertos y bailar en la disco, estudiar inglés, fundar, presidir y jugar en un equipo de baloncesto federado, jugar a fútbol sala entre semana con mis amigos y a tenis el fin de semana. Ahora me parece imposible. La verdad es que dormía más bien poco.
A pesar de tener una gran clientela (Lara, Godó, Juncadella, Vilá, De la Rosa, etc.), la empresa en 1981 sufrió drásticamente la crísis de la construcción, coincidió con mis milicias universitarias y a mi regreso de la academia de Toledo, me encontré con un escenario de ventas y financiero preocupante, se barajaba la posibilidad de reducir plantilla y dimensión. Yo propuse la alternativa de abrirnos a la exportación, no se había tomado aún decisión alguna cuando, gracias a mi acabado pero poco practicado inglés, conseguí negociar y cerrar con éxito en Paris, a principios de 1982, el primer contrato internacional con Saudi Oger, empresa del asesinado primer ministro libanés Rafeeq Al Hariri, especializada en la construcción de palacios y residencias para la familia real saudita.
Fue mi primera negociación internacional y representaba, en una sola operación, la facturación completa de la compañía en el año precedente, 100 millones de pesetas (600 mil euros), aunque mi responsabilidad en la empresa no era la comercial ni la productiva, principalmente era la financiera.
Tomamos contacto, por primera vez, con el transporte internacional, usualmente marítimo y puntualmente con el aéreo para el envío de piezas urgentes.
Fuímos erróneamente autodidactas y recuerdo ahora con cariño pero entonces fue preocupante, el mal estado en el que llegaron nuestros fabricados, mal embalados, en el primer contenedor que enviamos.
Aprendimos las rigideces de la aduana saudita, las complicaciones con los visados de trabajo, la obligatoriedad de ser musulmán para poder trabajar en las ciudades santas como Mecca o Medina, la contratación de personas en origen (principalmente en Marruecos) etc.
En 1988 la compañía facturaba 15 millones de euros, yo estaba casado, tenía un hijo, Marc, de 2 años y mis divergencias con respecto a la gestión de la empresa, con los dos socios y hermanos de mi padre eran cada vez más manifiestas. Mi forma de pensar, formada, no congeniaba ni con mis tíos ni con mis primos, todos ellos casi autodidactas. Dependíamos demasiado de dos clientes, entonces también trabajabamos para otra constructora saudita, Bin Laden y no subcontratabamos casi nada (400 trabajadores).
Así, a pesar de ser mi proyecto profesional y tras 14 años de dedicación más que intensa, no logrando convencer a dos tercios del capital, mis tíos, de la falta de SOSTENIBILIDAD (3) del proyecto, abandoné la empresa de la familia a finales del 88.
En 1989 me establecí, solo, como consultor de pymes, compartiendo un despacho profesional con dos abogados. Tan sólo disponía de mi experiencia, mi formación y mis ganas de trabajar y entonces empecé a tomar contacto con el mundo de la venta de servicios.
Durante las vacaciones de 1989, estando en Menorca, recibí el mensaje, a través de mi hermana Yolanda, aún en la empresa familiar, de que me había llamado un señor de Madrid.
Le devolví la llamada y resultó ser Felipe Alcover, socio director general de Master Consulting, quien, a través de Jovenes Empresarios (fui fundador y vicepresidente en 1985, presidente de Catalunya en el 93 y vicepresidente europeo hasta el 97) había obtenido mi referencia.
Hoy me parece un milagro que mi amigo Felipe no me descartase. Me propuso un cambio profesional imposible. No se que vieron en mi para ofrecerme ser el líder de la empresa filial en Barcelona de Master Cosnulting: No tenía experiencia en servicios, no tenía relaciones personales con los grandes clientes potenciales, no tenía experiencia en ventas, peor aún, no tenía ni idea de lo que era un headhunter porque, siendo heredero de empresa familiar, nunca recibía llamadas de consultoras, en resumen, sobre el papel no cumplía con ningún requisito.
Francamente, creo que vieron potencial, me dieron la oportunidad y tuve la suerte de poder desarrollar la que realmente he descubierto que es mi vocación.
Abandonar la “seguridad” de la empresa familiar y la reciente maternidad llevó mi primer matrimonio a la ruptura en Febrero de 1990. En Enero del mismo año, los problemas que había vaticinado dos años antes y una muy mala gerencia externa acabaron de hundir la empresa de mi familia, llevándola a la quiebra.
Mi pequeña consultora la mantuve y la centré en Begues y “fiché” a mi padre para que me ayudase allí y a su vez él pudiera centrar sus pensamientos en algo positivo y llegar dignamente a la jubilación.
Mi padre y sus hermanos, con gran ETICA (4) pusieron todo su patrimonio a disposición de los abogados para resarcir en lo que se pudiera a los trabajadores y a los acreedores, perdieron todo lo que habían ganado tras cincuenta años de trabajo y gran sacrificio.
En Abril del mismo 1990, sin un céntimo y con un préstamo para pagar el 30% de capital que me correspondía, abrimos la filial catalana de Master Consulting.
Así pues, en tres meses, cambio profesional, familiar y vital radicales.
Desde entonces hasta hoy, el grupo Master Consulting se ha consolidado, este año cumple su 33 aniversario y en él, tras un MBO en Catalunya y un MBI en Madrid, yo he acabado siendo su socio director general, con mayoría en el capital, con tres oficinas en Barcelona, Lisboa y Madrid y con seis colaboradoras a quienes RESPETO (5) por todo y en especial por la lealtad y compromiso demostrados, particularmente en los últimos duros tiempos de crisis, y, por supuesto, también por su gran valía profesional.
Tras lo explicado y por la experiencia propia comentada, soy un convencido defensor de brindar oportunidades a los profesionales con potencial para que asuman nuevos retos, por distantes que estos sean de sus experiencias previas.
Con HUMILDAD (6), dedicación, esfuerzo y con algo de tiempo para superar la curva de aprendizaje, cualquier reto es asumible.
Aquellos que sean brillantes y que gestionen con valores (los seis del cubo de ABE comentados y otros), alcanzarán la excelencia que en ABE, asociación para la búsqueda de la excelencia, www.abexcelencia.org , promulgamos.
Santiago Tarín Puig.
Vicepresidente de ABE
1 de Mayo de 2017
Magnífica reseña personal Santiago.