Con la altura de un libro
Hubo un presidente de un país que, al no ser especialmente alto, se ponía tacones para ganar los centímetros que le faltaban y, de este modo, no deslucir ante su pareja. Si nada humano nos debe ser ajeno –según recomendaba Terencio hace más de dos mil años–, los centímetros postizos no deben provocarnos ni sorpresa…